Durante los siglos XIV y XV, la península itálica sufrió una inquietante invasión de monjes voladores. Estos extraños seres, ataviados con hábitos de tonos oscuros y aureola dorada, tenían las piernas cercenadas a la altura de las rodillas o los tobillos, según el caso, minusvalía que compensaban gracias a una nubecilla de vapor acoplada a los muñones que les permitía propulsarse por los aires a voluntad. A través del testimonio gráfico de algunos artistas de la época, podemos conocer el aspecto de estos primitivos superhéroes, que sobrevolaban los cielos de las ciudades buscando víctimas en apuros a las que socorrer.
El monje volador más famoso fue Agostino Novello. Había nacido en el seno de una familia pudiente, en la ciudad siciliana de Termini Imerese. Sus padres le costearon los estudios en la Universidad de Bolonia, donde se licenció en Derecho Civil y Canónico. De vuelta a su ciudad natal, consiguió un puestazo como magistrado y acabó convirtiéndose en consejero del rey Manfredo de Sicilia. Hasta aquí, la típica carrera meteórica de un pijo del siglo XIII.
En un alarde de soy un machote de pelo en pecho, acompañó al rey Manfredo a la batalla de Benevento Novello para defender sus derechos al trono. Los franceses les derrotaron de forma estrepitosa, lincharon al rey y dejaron al pobre Agostino desmayado entre los cadáveres, dándole por muerto.
Huérfano de jefe y harto de la vida mundana, Agostino se mete monje en un cenobio agustino de la Toscana y se hace pasar por analfabeto, con la idea de vivir tranquilo hasta el final de sus días. No hubo suerte. La paz del monasterio se vio turbada el día en que unos malnacidos reclamaron legalmente las tierras en las que éste se asentaba. Los hermanos agustinos, poco versados en temas jurídicos, no sabían como defenderse y Agostino no tuvo más remedio que salir del armario de los iletrados: "vale, lo confieso, se leer, soy abogado, ganaré el juicio y luego rezaré diez padrenuestros y diez avemarías por mentiroso". Casualidades del destino, el juez que instruía el caso resultó ser un antiguo compañero de facultad de Agostino y tuvo la mala ocurrencia de alabar ante el padre prior las cualidades de su amigo el lumbreras. Flaco favor le hizo... El padre prior, negándose a malgastar el talento de Agostino en litigios rurales, le mandó de vuelta a la civilización, esta vez como abogado del papa en Roma.
En el año 1300, Agostino se desapunta del mundanal ruido por segunda vez, le dice adiós al papa y se marcha a un monasterio de Siena para convertirse en ermitaño. "Aquí seguro que no me encuentran", debió pensar. Y esta vez acertó. Los nueve años que le quedaban de vida los dedicó a rezar, comer bayas y charlar con las lagartijas.
Una vez muerto, cuando ya nadie se lo esperaba, Agostino decidió darle un giro radical a su vida: se convirtió en monje volador y empezó a hacer milagros por la ciudad de Siena como, por ejemplo, sanar a un niño que había sido atacado por un perro rabioso. (Nota: estas escenas son tipo cómic y cada una contiene varias "viñetas"; a la izquierda, el perro está comiéndose al niño y Agostino hace su aparición por detrás de una torre; a la derecha, vemos al niño completamente curado, sin vendas ni nada.)
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Simone Martini, Curación de un niño atacado por un perro (Retablo del beato Agostino Novello, 1324), Pinacoteca Nazionale, Siena |
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Simone Martini, Agostino Novello salva a un niño que se cae por un balcón (Retablo del beato Agostino Novello, 1324), Pinacoteca Nazionale, Siena |
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Simone Martini, Agostino Novello rescata a un caballero que se ha caído por un barranco (Retablo del beato Agostino Novello, 1324), Pinacoteca Nazionale, Siena |
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Simone Martini, Agostino Novello resucita a un bebé que se ha caído de la cuna (Retablo del beato Agostino Novello, 1324), Pinacoteca Nazionale, Siena |
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Sassetta, El beato Ranieri Rasini libera a los pobres de una prisión de Florencia (Políptico de Borgo Sansepolcro, 1437-1444), Museo del Louvre, París |
En el caso de Agostino Novello, los agustinos le encargaron un retablo a Simone Martini, el mejor pintor de Siena, para colocarlo sobre el altar que albergaría los restos mortales del monje. Con este tipo de milagros, protagonizados en su mayoría por niños, buscaban tocar la fibra sensible de los fieles, que caían de rodillas ante el altar del monje, salvador de los indefensos. Este es el retablo completo:
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Simone Martini, Retablo del beato Agostino Novello (1324), Pinacoteca Nazionale, Siena |
Parece ser que el papa no era tan tonto como creían algunos. La historia de los monjes voladores le debió resultar un pelín sospechosa puesto que ninguno de los dos llegó a la ansiada categoría de "santo". Se tuvieron que conformar con un título de segunda: el de "beato".
Agostino Novello as Clark Kent.
ResponderEliminarSencillamente, ¡genial!
Me pregunto dónde se pondría el traje de superhéroe antes de que inventasen las cabinas telefónicas...
EliminarPobre beato, le amputan las piernas cada vez que levanta el vuelo. En la del bebé queda muy bien disimulado.
ResponderEliminarme ha encantado este cómic! los de Marvel, unos copiotas.
ahora mismo comparto, con tu permiso y el de Agostino.
Pues sí, la verdad es que Simone Martini y Sassetta deberían reclamar sus derechos de autor... Comparte todo lo que quieras.
EliminarAbsolutamente genial Marga! te felicito!
ResponderEliminar¡¡¡Muchas gracias anónimo!!!
EliminarGenial Marga! Me lo he pasado en grande conociendo a los monjes voladores...
ResponderEliminarMenos mal que es una especie extinguida, porque dan un poco de miedo, ¿no?
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