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Daniele da Volterra, Retrato de Michelangelo Buonarroti (1548-1553), Museo Teylers, Haarlem. |
¿Y quién no ha cometido algún pecadillo en su juventud? A sus veintiún añitos, Miguel Ángel ya era un prodigio con el cincel y estaba deseando ser reconocido como artista. Una de sus primeras obras documentadas fue un Cupido dormido en mármol que imitaba el estilo de las esculturas clásicas romanas (por desgracia, no se conserva). Este Cupido era tan perfecto que su patrono, Lorenzo di Pierfrancesco de Medici, le recomendó lo siguiente: "¿Qué te parece si la envejecemos un poco y la hacemos pasar por una escultura romana antigua? Seguro que cuela y podríamos sacar mucha pasta por ella."
Dicho y hecho. Enterraron a Cupido en un un viñedo para que cogiese pátina y se lo confiaron al banquero Baldessarre del Milanese, el tercero en discordia de este timo de la estampita, para que lo vendiese en Roma. En esa época, los coleccionistas de arte pagaban sumas astronómicas por las piezas grecorromanas rescatadas en las excavaciones arqueológicas. El incauto que mordió el anzuelo fue el cardenal Raffaele Riario que pagó la friolera de 200 ducados por la escultura. En el reparto de beneficios, a Miguel Ángel, que es el que más se lo había currado, solo le dieron 30 ducados (como falsificador era un tanto pardillo).
Al final resultó que el cardenal no era tan tonto como parecía. A los pocos meses se dio cuenta del engaño, le mandó el Cupido de vuelta a Baldessarre del Milanese y exigió que le devolviesen el dinero. Todo a excepción de los 30 ducados de Miguel Ángel, porque realmente el chico se los había ganado. Consciente del talento del joven escultor, logró además convencerle para que se trasladase a Roma a trabajar y le presentó a muchos de los que serían sus futuros mecenas.
Pero aquí no acaba la cosa. Lo primero que le encargó el cardenal Riario a Miguel Ángel nada más llegar a Roma fue... ¡¡¡otra falsificación!!! Esta vez una escultura del dios Baco:
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Michelangelo Buonarroti, Baco (1496-1497), Museo Bargello, Florencia |
Por algún motivo, el cardenal rechaza la escultura (suponemos que no le gustó) y al final la compra un banquero amigo suyo llamado Jacopo Galli, que también tenía un jardín precioso lleno de antigüedades. Pero había un problema, el Baco de Miguel Ángel era demasiado perfecto y no combinaba bien con su colección de frisos rotos y bustos descabezados. ¿Dónde se ha visto nunca una escultura romana entera? No queda más remedio, hay que mutilar. ¿Y qué le cortamos? Pues lo que más sobresale, la mano de la copa y el pito (aunque en medio de la castración les debió dar pena y le dejaron intactos los huevecillos). En este grabado del siglo XVI podemos ver lo bien que quedaba el Baco "romano" en el jardín de Jacopo Galli:
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Maarten van Heemskerck, Jardín de la casa Galli (1532-1535), Gemäldgalerie, Berlín |
Si alguien quiere saber qué pasó con el Cupido de Miguel Ángel después de que el cardenal lo devolviese, puede leerlo en este enlace (en inglés).
Yo nunca he esculpido ningún cupido (no sabria como ponerme), pero debo reconocer que tampoco he pintado el techo del comedor con figuras bíblicas. O sea que una cosa disculpa la otra en el caso de Michelangelo. El escrito me parece muy bueno, yo desconocia todo este embrollo, y como siempre, muy bien documentado.
ResponderEliminarUna abraçada
Hoy en día, tal y como está el mercado del arte, es más rentable aprender a falsificar billetes que antigüedades, jajaja.
ResponderEliminarse lo perdono todo.
ResponderEliminarsensacional post, como siempre.
GRACIAS!!!!
EliminarY de esto, ¿qué podríamos decir?
ResponderEliminarhttps://es.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/laocoonte-una-falsificación-miguel-ángel-113041881.html
Saludos.
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ResponderEliminarEs admirable el nivel de autoexigencia y trabajo del Renacimiento, y como había que saltárselo todo (indignamente) para hacer dinero,sobre todo de joven cuando aún no tenía prestigio.
ResponderEliminarHay quien dice que, cuando apareció el famoso Laocoonte, Miguel Ángel, despareció por un tiempo de Roma y hubo quien sospechó que también podría haber sido una obra suya.
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